¿Qué era lo que la hacía tan vulnerable ante aquel desconocido? ¿Tal vez esa aura de misterio que lo rodeaba, o quizás el magnetismo de su sonrisa? Jamás hubiese imaginado que alguien con ese porte de modelo y un aspecto tan sensual, le hablara con semejante amabilidad. De pronto, el anuncio del embarque rompió la burbuja en la que habían estado inmersos y se alejaron para dirigirse a las filas de sus respectivos grupos.
Las cuatro horas de vuelo hasta Estambul prometían ser un lapso más que suficiente para desmontar cualquier tipo de acercamiento entre los desconocidos. Ya en el avión, Ximena se dirigió a su asiento e intentó concentrarse en sus apuntes, pero su mente se volvía rebelde a los ojos oscuros de aquel joven que parecía personificar todo lo que ella esperaba descubrir en Kazajstán.
Damir, desde su asiento en business situado junto a la entrada, había estado siguiendo los pasos de Ximena por una ranura entre las cortinillas.
—Asiento 9C —murmuró sonriente.
Echándole más coraje del que jamás se hubiese sentido capaz de desplegar, se decidió a ir a invitarle a un café durante la escala en Estambul. Entonces, al hacer ademán de levantarse, la sobrecargo, que estaba pendiente de él, se le acercó.
—Bienvenido Sr. Damir. Me llamo Alex, soy la sobrecargo. Es un placer tenerlo hoy a bordo. ¿Le puedo ayudar en algo?
Le había reconocido y le estaba sirviendo en bandeja la oportunidad que necesitaba.
—¡Vaya! ¡Muchísimas gracias! —contestó sin poder ocultar su sorpresa.
—Pues verá, quería hablar con una chica que está en el asiento 9C y…
—No se preocupe, yo me encargo —le interrumpió dedicándole una mirada cómplice. Damir la observó acercarse a Ximena y susurrarle algo que la hizo sonreír nerviosamente. En menos de un minuto, estaba invitándola a sentarse junto a él.
—Parece que el destino tiene sus propios planes —dijo Alex con una sonrisa, mientras guiñaba un ojo a Damir.
—Le reitero mis disculpas señorita. Espero que aquí esté a gusto —le dijo.
Ximena, se quedó boquiabierta al ver que le había asignado el asiento junto al chico de mirada profunda y Damir no dejaba de pensar en qué estrategia habría urdido Alex para sentarla a su lado.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó él en inglés con ese acento que a Ximena le resultaba ya familiar.
Ella miraba incrédula a su alrededor como si buscase alguna cámara indiscreta escondida entre los recovecos del avión.
—No sé. Algo sobre un fallo en la máscara de oxígeno de mi asiento —contestó confusa.
—Bueno, pues bienvenido sea el fallo. Me llamo Damir —le interrumpió como intentando desviar su atención, mientras le extendía amistosamente la mano.
—Yo Ximena, encantada —le respondió, devolviéndole el saludo con un firme apretón de manos.
Tras el suave despegue, ella sacó su portátil más para calmar los nervios que para revisar sus notas.
—Dijiste que ibas a Astaná, ¿verdad? —le preguntó él retomando la conversación que había sido interrumpida, con el fin de intentar tranquilizarla.
—Así es, estoy haciendo mi tesis doctoral sobre las culturas nómadas de Asia Central. Me interesa la forma en que esas comunidades han sido capaces de preservar su identidad y sus costumbres ancestrales, a pesar de la presión arrolladora de la globalización. Me fascina cómo las tradiciones orales, los rituales y la música forman parte integral de su vida diaria, conectando generaciones a través del tiempo.
—Pero ¿cómo te enteraste de los Juegos Nómadas Mundiales?
—Bueno, hace un par de meses me pasé, como de costumbre, por la Embajada de Kazajistán buscando información para mi investigación y el Embajador, tan amable y colaborador como siempre, me dijo que acababa de recibir una noticia estupenda que me ayudaría a cerrar con broche de oro mi tesis. Y entonces me habló de unas ayudas que ofrecía el gobierno de su país para estudiantes de doctorado.
El joven músico la escuchaba impresionado. No había conocido a ningún extranjero que mostrase tanto interés y respeto por su cultura.
—¿Y tú? ¿Vas a Estambul? —se apresuró a preguntarle Ximena, consciente de que apenas sabía nada más que su nombre.
—No, voy también a Astaná. Soy kazajo. Vivo allí.
— ¡¿De verdad?! —gritó Ximena sin poder controlar su emoción.
—¿Y a qué te dedicas? —prosiguió intentando contenerse.
—Pues… soy músico. Daré un concierto en Astaná en un par de semanas.—¡¿En serio?! —replicó ella incapaz de salir de su asombro.
—Perdona mi desconocimiento, pero no me suena tu nombre. ¿Qué tipo de música haces?
—No tienes por qué disculparte. Soy un músico independiente. Solo tengo mi propio canal en YouTube y a mis fans que me ayudan mucho con la difusión de mis temas en sus redes sociales. Así puedo interpretar el tipo de canciones que quiero, incluyendo la música folclórica kazaja y eso me llena de satisfacción. Mi abuelo siempre decía que una nación que olvida su música, pierde su alma. La música de la estepa es como el viento: no puedes atraparla, pero siempre te acompaña.

Embelesada, Ximena cerró el ordenador, pues intuía que la conversación que acababa de iniciarse la atraparía más que cualquier lectura.
Damir le hablaba de los poetas y costumbres de su tierra, y de cómo pretendía hacer de su música un instrumento para la paz. Ximena le escuchaba hipnotizada, sintiendo que había encontrado un alma gemela que, como ella, valoraba el legado de sus ancestros. Él, por su parte, la seguía con enorme atención. En algunas ocasiones, hasta tenía la sensación de estar escuchando a su maestro de Historia. Y así, a medida que la conversación avanzaba, notaba en esa joven una belleza que trascendía lo físico. Parecía haber sido nómada en otra vida. De lo contrario, ¿cómo podría hablar, a su edad, de una sociedad tan lejana y diferente a la suya, con ese conocimiento y esa pasión? Poco a poco, Ximena empezaba a convertirse en una versión mejorada de la mujer de sus sueños.
El vuelo a Estambul transcurrió en un abrir y cerrar de ojos y durante la escala en el nuevo Aeropuerto Internacional, él la invitó a tomar un café en el “Starbucks”. Aquel que no llegó a ofrecerle en el avión. Compraron chocolatinas y se perfumaron en el Duty Free y entre risas, charlas y juegos perdieron la noción del tiempo. De pronto, un mensaje por megafonía les bajó de un plumazo de la nube en la que flotaban.
—Last call to passengers Damir Kulginov and Ximena Ruiz to board Air Astana flight number KC1356 to Astana. Please proceed inmediatly to the booarding gate A356. [Última llamada a los pasajeros Damir Kulginov y Ximena Ruiz para embarcar en el vuelo de Air Astana número KC1356 de Air Astaná. Por favor, procedan inmediatamente a embarcar por la puerta A356].
Al escuchar el anuncio se miraron extrañados y cayeron en la cuenta de que sus relojes aún marcaban la hora española. Corrieron tan velozmente como pudieron echando mano de los pasillos rodantes para acelerar el paso. Cuando llegaron, las azafatas los recibieron aliviadas:
—¡Bienvenido a bordo Sr. Damir! ¡Le estábamos esperando para partir! Soy Raushan, la sobrecargo. Es un honor tenerle a bordo. Sígame por favor —dijo sin poder ocultar su admiración por él.
Mientras, Ximena se dirigió sigilosamente a su asiento sintiéndose un tanto avergonzada por la demora.
Esta vez el vuelo estaba completo y viajaron separados, pero, a pesar de la emoción, el cansancio y la madrugada terminó por sumir a ambos en un sutil sueño del que despertaron al alba cuando el avión aterrizó. Ximena no se lo creía aún. ¡Estaba en Kazajistán! El país al que había dedicado tantas horas de estudio y que tenía la sensación de conocer mejor que el suyo propio estaba, literalmente, a sus pies.
Cuando el avión se detuvo en el parking, comenzaron las prisas por desembarcar y el caos de pasajeros bajando sus equipajes de mano. Entonces, Damir regresó a su mente con la fuerza de un golpe de derechas sobre un ring de boxeo y un súbito desasosiego la invadió. ¿Volvería a verlo? Intentó buscarlo entre la gente, pero fue inútil. Seguramente había sido de los primeros en desembarcar, así que se consoló pensando que le encontraría en la sala de equipajes. Pero nada. Damir había desaparecido.
Con una amarga mezcla de sentimientos encontrados se dirigió confundida hacia la salida. Tras las puertas corredizas, sujetando un enorme ramo de flores, la esperaba su compañero de viaje.
—қош келдіңіз! [Bienvenidos] —le dijo dándole la bienvenida a su país.
—Көп рақмет [Muchas gracias] —le agradeció ella haciendo uso de sus escasos conocimientos de kazajo, mientras observaba, incrédula, el ramo de flores que él le ofrecía.
—Perdona por no haberte esperado al salir del avión, pero quería que tuvieses un recibimiento al más puro estilo kazajo, así que me adelanté para poder comprarte este ramo en la floristería del vestíbulo de llegadas —se disculpó.
—¿Y si no te perdono? —replicó ella visiblemente emocionada.
—Bueno, en ese caso, tendré que compensarte acompañándote hasta tu hotel —dijo él con una sonrisa que desarmó cualquier intento de objeción por parte de Ximena.
—¡Ah, bueno! Entonces casi prefiero no perdonarte —añadió ella entre risas.
Damir cogió las maletas y juntos abandonaron el aeropuerto. Camino al hotel, Ximena no podía borrar la sonrisa de su rostro. Mientras le miraba, aspiraba profundamente el sutil aroma de las flores para luego cerrar los ojos, como intentando grabar el recuerdo de su imagen junto al de aquel perfume, en ese lugar donde se guardan los mejores instantes de una vida. Damir rebosaba de satisfacción al verla así de feliz.
Los días posteriores fueron para Ximena un torbellino de descubrimientos. Damir, haciendo gala de la hospitalidad de su pueblo, la puso en contacto con importantes personalidades del ámbito social y cultural y de sus reuniones y entrevistas obtuvo materiales de un valor incalculable para su investigación.
Además, el calor de las reuniones familiares, el inolvidable sabor del besbharmak (1), los atardeceres en la estepa y el sonido del kobyz (2) susurrando viejas canciones nómadas, le abrieron a Ximena las puertas a una fascinante realidad que los libros no habían sido capaces de anticiparle.
Sin embargo, contra pronóstico, el principal descubrimiento fue la música de Damir. Nunca había escuchado a ningún cantante como él, a pesar de ser gran amante de la buena música y de haber estudiado canto durante su adolescencia. Él solito era capaz de igualar, e incluso de superar, a todos sus cantantes favoritos. Sus habilidades parecían empezar donde terminaban todos los manuales de canto que ella había utilizado. Sencillamente, no parecía de este planeta.
Durante el concierto, Ximena quedó embargada por una emoción y un sentimiento de paz y unidad colectivas que la colmarían de una felicidad indescriptible. Una felicidad que la acompañaría por mucho tiempo. Su música, parecía adictiva.
El día de su partida, Damir fue a despedirla al aeropuerto y Ximena sintió entonces que su corazón y su espíritu habían echado raíces en esa tierra lejana. Un silencio pesado, lleno de palabras ahogadas por la emoción, invadió el momento de la despedida.
—Prométeme que volverás —murmuró Damir abrazándola fuertemente mientras la besaba en la frente.
—Te lo prometo —respondió ella sin pensarlo.
—¡Toma! Abre este sobre cuando estés en el avión —le dijo él visiblemente emocionado. Ella lo tomó y lo estrechó contra su pecho sin poder evitar que la congoja le nublara la vista.
Entre lágrimas y besos lanzados al aire desde los pasillos del control de seguridad, se desdibujaron entre la multitud. No resultaba nada fácil asimilar todo lo vivido en esos días.
Ya en el avión, Ximena abrió temblorosa el sobre. Era la letra de una canción en kazajo con la traducción al inglés a la derecha escrita por Damir de su puño y letra.
El título decía: “Ұмытылмас кун”, “An Unforgettable Day” [Un día inolvidable]
En cada renglón, Ximena descubría a un Damir sensible y tierno que le abría su corazón de par en par desnudando su vieja alma de nómada ante ella. Entre símiles e hipérboles la invitaba a compartir sus vidas y a envejecer juntos. Le mostraba la admiración que la profesaba y cómo se había convertido en la musa que siempre anheló. Al acabar de leerla supo que no se trataba de una simple canción. Era una verdadera declaración de amor, un compromiso por escrito tan firme y tan claro como las plegarias de sus ancestros.
Y Ximena comprendió entonces que el destino estaba empezando a escribir la historia del resto de su vida.
***(1) Plato típico kazajo de carne de caballo.
***(2) Instrumento tradicional kazajo de dos cuerdas cuyos orígenes datan de hace más de 2000 años.
Seudónimo: KazajiSpain
Felicidades Sonia, es un relato precioso!
ResponderEliminarGracias Cristina!
EliminarPrecioso relato, todas somos Ximena. ❤️❤️❤️
ResponderEliminarTal cual! Todas lo somos! Aunque seguramente nos conformaríamos con una comida gripal en el Daididau. 😊
Eliminar🤣
EliminarMuy lindo relato Sonia lo leí de un tirón, es un verdadero placer para nosotras las DEARS soñar de mil formas a nuestro bello kazajo, gracias 🫂💞💝💕💖🤩
ResponderEliminarGracias Marta! Yo cuando lo leo me transporto de nuevo al viaje a Astaná. Que regalado nos dimos!
EliminarGracias Marta! Cuando lo leo yo me transporto a Astaná. Qué regalo nos hicimos! 😊
EliminarGracias Olga! Me alegro de que te haya gustado!
EliminarUna historia preciosa 😍😁👌
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de que hayas pasado un ratito agradable!
EliminarMuchas gracias por leerlo y darme ánimos. 🤗🤗
EliminarMuchas gracias por tomarte el tiempo de leerlo! 🤗
EliminarGracias! Me alegro enormemente de que te haya gustado.
EliminarPreciosa historia, dulce historia de amor, gracias
ResponderEliminarPreciosa historia es impresionante como con un relato viajas , enhorabuena 👏👏
ResponderEliminarSi, así es. Me alegro de que el mío te haya transportado a esa realidad paralela con la que a veces soñamos despiertas. Gracias!
EliminarLa verdad es que suele ser más bonito leer una historia que verla en película o en serie. La lectura, te sumerge más en la historia. Al ser el ritmo más lento, te permite dar rienda suelta a la imaginación y así, cada lector, hace suyo el texto. Me alegro de que te haya gustado! Gracias!
EliminarPreciosa historia Sonia, me has hecho soñar, quién fuera la protagonista!!. Gracias
ResponderEliminarGracias Silvana 😘😘
EliminarMe temp que es onvio. Hubi que cambuar el hombre del protahonista para evitat problems! 😊
EliminarMuy bonito este relato Sonia! Mereces un premio! Adivino en quién te has inspirado para escribirlo 😉
ResponderEliminarPili, muchas gracias! Veo que no te había respondido. Perdón! Juraría que lo había hecho. Gracias por tus palabras. Eres un sol!
EliminarHola Pilar! Juraría que se borran Lis comentarios, porque te respondí algo así que si a mi me toma por abuela, yo feliz considerando cómo quiere a las suyas!
EliminarHola Sonia, agradecimiento por el relato tan bonito que nos compartiste sobre nuestro querido príncipe kazajo y la historia que nos hubiera gustado vivir. Tus palabras lograron capturar su esencia de una manera tan especial que nos han llevado a experimentar una gran emoción. Muchas gracias
ResponderEliminarEs un verdadero regalo poder revivir, a través de tu relato, la admiración y el cariño que inspira.
Me slehroucho de haberte hecho pasar un rato agradable!
EliminarGracias Pilar por tus palabras. Me alegra haberte hecho recorder esos momentous tan bonitos vividos en Kz.
EliminarOoohhhh!! Qué bonito!! Sonia... para darnos un infarto si cualquiera nos encontramos con "Damir" Kulginov?? En el avión ✈️✈️ 😃😃 me encanta....aunque a mí más bien me hubiera acogido como abuelita en su casa...pero nada como aprender Kazajo para Conversar con Miua y la mamá de Sveta...Ay madre cuántas tonterías digo..😄😄 Mil gracias!! Sonia por éste buen rato.
ResponderEliminarUn besazo!!
Muchas gracias por tu relato, Sonia. Sigo sin palabras, me ha cautivado y me ha vuelto a transportar a esa tierra que aún llevo en el corazón.
ResponderEliminarEse viaje despertó muchos sentiments hasta hoy inexplicables para mi... Y para muchas más! Inspirador como ninguno!
EliminarEs ahora cuando resulta aoasionante visitarlo. Ahora que in tourista en Kz. es un valioso regalo para los kazajos. 😊
EliminarMe ha encantado Sonia. Ahora tengo mucha curiosidad por ese país. Un beso 😘
ResponderEliminarMe alegro de haberte despertado esa curiosidad. Dimash te llevará de la mano a conocerlo. Es impresionante!
EliminarQue romántico, me encanta Sonia,es todo un sueño ,muy bonito.Gracias.Toñi
ResponderEliminarGracias Toñi por leerlo y por tus motivadoras palabras!
EliminarGracias Rosa. Unas palabras halagadoras viniendo de un referente para mi como tú! 😘
EliminarMe ha gustado mucho tu relato Sonia. Desconocía esta faceta tuya ( una más) de escritora.
ResponderEliminarMe ha gustado también porque he reconocido a los personajes de tu historia. Es una historía ficticia, pero ellos forman parte de tu vida: Ximena, Álex, Damir, … son todos reales.
Sigue haciendo más cositas de estas, tienes sensibilidad. Rosa Mari
Muchas gracias Rosa
EliminarGracias Fuen! No tan bonito como lo que tú haces! 🤗
EliminarMuchas gracias Sonia ,muy bonito,es todo un sueño.Gracias .Toñi
ResponderEliminarGracias a tI por leerlo! 😊
EliminarGracias Fuensanta. Ojalá escribiese yo como cosas tú!
EliminarQue bonitoooo, que romanticoooo, la Ximena que suerte de viajar con ese chico cantante, tan guapo y buen mozo. ya me gustaria unas vacaciones asi :). Me ha gustado mucho , TE FELICITO, un abrazo
ResponderEliminarComo siempre tan sutil y profunda.
ResponderEliminarNo dejas indiferente a nadie. Y a mí Sonia, me sigues sorprendido tu sencillez.¡¡Enhorabuna!!
Gracias Juanjo! Por el tiemp0 dedicado a la lectura y al comentario y gracias por todo lo que me has enseñado.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, Juanjo. Gracias por tu comentario.
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